La masacre perpetrada ayer en las mezquitas Al Noor y Linwood de Christchurch (Nueva Zelanda) fue un execrable ataque contra hombres, mujeres y niños musulmanes. Reunidos en comunidad y en la fe, las víctimas fueron atacadas por la única razón de su religión. Junta de Directores , el personal y los organismos miembros de Hispanic Federation condenamos sin reservas esta violencia y ofrecemos nuestra solidaridad y condolencias a las víctimas y sus familias.
Aunque Nueva Zelanda está a un mundo de distancia de las comunidades a las que servimos aquí en Estados Unidos, el odio que inspiró al tirador nos resulta demasiado familiar. Aunque algunos preferirían ver el suceso de ayer y los que le han precedido como obra de un trastornado, sabemos demasiado bien que estos actos de violencia nacen y se alimentan del racismo y la intolerancia. Lo que ocurrió ayer no fue un incidente singular, sino que forma parte de un patrón de violencia alimentada por el odio y dirigida cada vez más contra las minorías religiosas y étnicas en todo el mundo occidental.
Aunque algunos líderes nacionales se niegan a reconocer los fundamentos ideológicos de estos actos violentos, no podemos permitirnos ese lujo. Ante semejante vileza, estamos obligados a llamar al problema por su nombre: supremacía blanca. No es momento de equívocos. Es el momento de reafirmar que lo que nos une es nuestra humanidad compartida, sin importar el color de nuestra piel, el país de origen o la fe que profesemos. No debemos menos a las víctimas del derramamiento de sangre de ayer.
